Azul de Prusia: El color del accidente que cambió la historia del arte

A veces, los grandes descubrimientos suceden por casualidad.

Así fue con el Azul de Prusia, un pigmento que nació en el siglo XVIII debido a un error químico. Su historia comienza en Berlín, en el taller del químico Heinrich Diesbach, quien intentaba fabricar un color rojo cuando, por accidente, terminó con un azul profundo y vibrante.

Este nuevo pigmento, más accesible y estable que el caro y codiciado Azul Ultramar, se convirtió rápidamente en un imprescindible para artistas y tintoreros. Su nombre proviene de su temprana adopción en Prusia, donde se usó incluso en los uniformes militares.

Este azul intenso ha dejado su huella en la historia del arte. Goya lo utilizó en sus grabados, Van Gogh en algunas de sus obras más expresivas, y Hokusai lo hizo inmortal en "La gran ola de Kanagawa". En la pintura moderna, su profundidad y versatilidad siguen fascinando a artistas de todo el mundo.

El Azul de Prusia no solo revolucionó la pintura, sino que también dejó su marca en la historia de la fotografía. Su uso en la cianotipia, una técnica fotográfica del siglo XIX, permitió crear imágenes en tonos azulados mediante un proceso de impresión con luz solar. Inventada por el científico John Herschel en 1842, la cianotipia utilizaba una solución fotosensible de citrato férrico y ferrocianuro de potasio que, al exponerse a la luz ultravioleta, se transformaba en el característico azul profundo del Azul de Prusia.

Esta técnica se popularizó en la impresión de planos arquitectónicos y en el arte experimental, siendo adoptada por la fotógrafa y botánica Anna Atkins, considerada la primera persona en publicar un libro con fotografías cianotípicas.

Hoy en día, la cianotipia sigue siendo utilizada por artistas y fotógrafos para lograr efectos pictóricos únicos, demostrando que un error químico del siglo XVIII sigue inspirando la creatividad más de dos siglos después.


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