Carmín: El rojo de la realeza y el sacrificio.
Desde tiempos inmemoriales, el ser humano ha buscado el rojo más intenso para plasmarlo en sus obras. El carmín, vibrante y profundo, debe su nombre al latín carminium, derivado del árabe qirmiz, que hacía referencia a un pequeño insecto: la cochinilla.
Este diminuto ser, originario de América, revolucionó la historia del color. Durante siglos, la única fuente de rojo intenso en Europa había sido la raíz de la rubia, pero el pigmento obtenido de la cochinilla superaba en brillo y saturación a cualquier otro. Su rareza y dificultad de producción lo convirtieron en un tesoro comercial, tan valioso que rivalizaba con el oro y la plata en los envíos transatlánticos. Vestidos de cardenales, túnicas de emperadores y los pinceles de maestros como Velázquez y Rembrandt se tiñeron con este rojo exquisito.
Aunque en el siglo XIX la química logró sintetizar alternativas más estables, el carmín natural sigue siendo un símbolo de lujo y tradición en la pintura artística.